“Uno de los aspectos que han cambiado más en el ‘ser niño’ es la posibilidad de moverse en su propia ciudad.” –Francesco Tonucci.
Prácticamente todo Latinoamérica adoptó el modelo estadounidense de ciudad suburbana automotriz. Este formato de ciudad es insustentable, pero además, está causando un daño al futuro –a través de los niños-.
Francesco Tonucci (académico europeo) ha hablado en numerosas ocasiones sobre la importancia que tiene para un niño el poder moverse libremente y con seguridad dentro de la ciudad. En ese sentido, surgen los dos grandes problemas del urbanismo actual: “los niños que pierden la ciudad” y “la ciudad que pierde a los niños”. Evidentemente, el primero es un problema educativo-social y el segundo es una falla de urbanismo-comunidad.
Partiendo de esta separación, Tonucci explica respecto al primer tema que los niños necesitan tener la experiencia del movimiento libre dentro de su propia ciudad. La autonomía de los niños tiene un valor educativo dicotómico: por un lado, acelera el proceso de madurez en el niño y por el otro, detona un proceso creativo que solo se logra con la exploración. ¿Cómo exigirle ciudad a un niño que nunca la tuvo?
Hoy nos encontramos en un momento crítico pues está creciendo la primer generación de niños sin ciudad. Los niños ya no andan solos por las calles. Se mueven y juegan, pero lo hacen a través de distintos espacios específicos, reservados y aislados. Podrán estar muy bien equipados, pero al fin y al cabo son espacios creados y vigilados por los adultos. Lo que se ha logrado con todo esto, es despojar a los niños de su independencia y de la oportunidad de desarrollar por sí mismos aptitudes como la organización espacial, el desarrollo y seguimiento de reglas, administración del tiempo y espacio, entre otras.
Ahora bien, hablemos del segundo ángulo: la ciudad que pierde a los niños. Cuando en los espacios públicos de cualquier comunidad hay niños, hay menos violencia, se incrementa la alegría y la convivencia en comunidad. Las calles son grandes tableros del juego de la vida y se forjan encuentros con extraños. Ya es momento de que empecemos a culpar a nuestro modelo de ciudad de los problemas de inseguridad y estrés.
Tonucci pide que busquemos que los niños vayan y regresen de la escuela solos. Menciona que éste es un primer paso para lograr la autonomía perdida de los niños. A través de este recorrido pueden volver a caminar sin la vigilancia de los adultos, siendo acompañados quizá por sus mismos compañeros. Además el recorrido será bueno para su salud física y una experiencia educativa constante.
Yo voy más allá. La ciudad no puede cambiar si no cambian sus proyectos inmobiliarios, que son las células nuevas que alimentan su crecimiento. Por ello, debemos crear proyectos inmobiliarios para los niños. Para liberarlos, rescatarlos y reintegrarlos.
Hagamos una prueba del ácido “infantil” para cada proyecto nuevo que lancemos. Seamos niños en buscar libertad y niños en exigir seguridad.
Ampliemos nuestra definición de ciudad. No nada más es un repositorio de nuestras vidas, sino que es el lugar donde se forja el carácter del futuro. Por lo tanto, la labor de desarrollo inmobiliario lleva consigo una gran responsabilidad social: construir adecuadamente el carácter del futuro.
Seamos desarrolladores, pero también padres responsables de ciudad.
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