He insistido incansablemente cuando hablo de desarrollo inmobiliario residencial que no vendemos metros cuadrados. Muchos dicen que vendemos calidad de vida, pero yo encuentro ese concepto trillado, cansado y francamente muy vago. Por eso, he venido predicando que lo que realmente vendemos son vecinos.
Les cuento dos historias en que la comunidad significó más valor que los metros cuadrados.
1. Mis suegros recientemente se mudaron. Dejaron una casa de más de 500m2 de construcción sintiéndose un tanto desilusionados porque irían a un departamento con menos de la mitad del área. Estaban cansados de mantener una casa grande, pero sentían que el tamaño era necesario para reunir a la familia (y por su puesto atender a los nietos). Finalmente -y sin estar convencidos al 100%- decidieron arriesgarse y mudarse a un departamento.
Cuando me consultaron sobre el tema, les hice reflexionar sobre las prioridades de búsqueda en la nueva propiedad. Para mi no era un tema de recámaras, m2, acabados. Era un tema de convivencia.
Cuando un proyecto logra segmentar correctamente el mercado, reúne a grupos de personas similares (sea por demográficos o psicográficos) y crea clanes naturales. Cuando uno de estos clanes se origina y forma tejido social, todo lo demás se vuelve secundario. He predicado mucho sobre este tema, pero aún no es una prioridad en la agenda del desarrollador inmobiliario.
En el caso del edificio que finalmente escogieron mis suegros, el 80% de su edificio está compuesto por empty nesters. Todos viviendo una etapa de vida similar. A tan solo meses de habitar en ese edificio, ya presumen otra vida rodeados de nuevos amigos.
2. Tuve la gran fortuna de ser invitado por Emilio Correa a Chicxulub, una comunidad a las afueras de Mérida que presume grandes propiedades vacacionales frente al mar. Ahí, Emilio desarrolló villas Wayak, un conjunto de 50 propiedades que reúne villas y departamentos. Por los valores de renta que se paga por Wayak uno pudiera quedarse en cualquier hotel de la zona o incluso rentar una casa más grande frente al mar. Sin embargo, el proyecto presume la mejor ocupación y valores de renta de la zona. ¿Cómo lo hace?
Todo sucede en las áreas comunes, donde los niños se reúnen con nuevos amigos a diario. La escala del proyecto es justo lo suficientemente grande como para generar convivencia entre niños pero pequeño como para percibir esa seguridad de tenerlos a una distancia visible.
Para el día que llegamos a ese lugar mi hijo ya se había hecho de nuevos amigos. Salía de la casa por la mañana con su agenda hecha y con una sonrisa despreocupada que solamente la puede uno tener a esa edad.
En la esencia de una verdadera comunidad hay mucha ingeniería de concepto: desde como segmenta el mercado que atiende hasta que espacios se crean para maximizar el valor de ese clan. Es un resultado que algunos proyectos han logrado por suerte y que otros –especialmente los asesorados por 4S- trabajan por lograr.
Así que la pregunta se vuelve, ¿cuántos m2 pagaríamos por un amigo?
En el futuro del desarrollo inmobiliario residencial el éxito de un proyecto se mide en la convivencia que logra y como el diseño maximiza las experiencias que esa comunidad genera.
Hagamos vecindarios extraordinarios y aportemos valor de convivencia a nuestros proyectos.
*Carlos Muñoz 4S es vecino de los desarrolladores inmobiliarios de todo el continente. Su visión filosófica del ramo potencializa el talento de equipos de diseño y desarrollo a lo largo de Latinoamérica. Si tu también quieres vender vecinos, búscalo en: carlos@grupo4s.com
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