Una de las cosas más reconfortantes de trabajar en la industria inmobiliaria es que amanecemos todos los días con la posibilidad de crear. Cada día es una nueva oportunidad para hacer la ciudad un poco mejor. Cada día podemos alterar la vida de cientos –si no es que miles- de personas con espacios que se atrevan a modificar el status quo.
Nuestras creaciones serán evaluadas en tres momentos de la verdad. Solo los desarrolladores extraordinarios son excelsos en los tres:

  1. El romanticismo de una idea magnífica

No hay forma de hacer proyectos inmobiliarios sin la capacidad de vender la idea de algo que no existe. El desarrollador inmobiliario enfrenta su primer momento de la verdad cuando convence a sus inversionistas y primeros compradores del futuro que tiene planeado. Es un futuro idealista, lleno de posibilidades. Es un sueño, un boleto de lotería, una obra de arte y una gran empresa al mismo tiempo. Es una pieza de música clásica y un éxito de pop. Nunca habrá otra composición igual u oportunidad de la misma magnitud. Es hoy o nunca. Es arquitectura pura. Éste es el primer momento de la verdad, el que aparece en la imaginación romántica de los que seducen a la ciudad.

  1. La evidencia de una ejecución impecable

Cumplido el primer momento, aparece el segundo momento crítico: la ejecución de la obra. Aquí se acaba el romanticismo y todo se vuelve realidad cruda. Necesitamos que los sueños se cristalicen en realidades a la altura del romanticismo. Ocupamos ingeniería, administración del tiempo y un enfoque permanente en calidad. Necesitamos al constructor obsesivo en los detalles y el que vive 24 horas en su obra. Buscamos al capitán del barco, el que siempre da la cara por su obra, aún cuando aparecen los problemas. Este momento es práctica constructiva. Es el segundo momento de la verdad, en el que se forjan los grandes constructores del presente.

  1. La trascendencia de una joya de ciudad

Años después de haberse completado la obra, aparece el fenómeno del tiempo. Como un niño que crece, a la obra le llega su tercer y último momento de la verdad una vez que madura junto a su ciudad. Si la obra envejece más rápido que ella, perderá su valor en el espacio. Si la obra no cuadra con la realidad de la ciudad en el futuro, habrá que desecharla. Si la estética de la obra es reprobada por el futuro, puede desaparecer. El tercer momento de la verdad viene en la posteridad. Aquí es solo filosofía y futurología. Aquí se miden los verdaderos desarrolladores de la eternidad.

En mi camino de casi 1,000 proyectos inmobiliarios he tenido la oportunidad de conocer a muchos aptos para imaginar, otros tantos fuertes en construir y algunos capaces de trascender. Muy pocos han podido conquistar los tres momentos de la verdad.
Quienes no mejoran su capacidad de imaginar, verán muy pocos proyectos despertar.
Quienes no mejoran su efectividad para construir, no podrán escalar sus organizaciones y proyectos.
Quienes no miren la profundidad eterna de nuestras ciudades, jamás podrán trascender.
En el futuro, quisiera colaborar con aquellos desarrolladores inmobiliarios que compartan mi visión por imaginar, construir y trascender.