La reutilización adaptativa ha sido una constante a lo largo de la historia humana, acompañándonos hasta la era moderna. Hoy en día, parece más sencillo y económico expandir la búsqueda de territorio y extender la huella urbana que adaptar las ciudades.

Un ejemplo básico lo encontramos en las construcciones del siglo XIV al XVIII, donde la mayoría no pertenecen a un estilo “puro”. Los estilos arquitectónicos y los materiales de construcción cambiaban según la época, la etapa y la usabilidad del edificio para mantener el funcionamiento de la ciudad. Los edificios se adaptaban para satisfacer las necesidades de distribución, transporte y urbanización.

Un claro ejemplo de esto es el Alcázar y la Catedral de Sevilla, donde se pueden observar diferentes estilos arquitectónicos, constructivos y usos a lo largo de diversas etapas, reflejando el poderío de cada época: musulmán, mudéjar, católico, ortodoxo, en tiempos de guerra y de paz. Tanto el palacio como la catedral han evolucionado y se han adaptado, manteniéndose en el centro de la ciudad. Los edificios circundantes, tanto residenciales como comerciales, han seguido la misma evolución para asegurar el funcionamiento continuo de la ciudad.

En la época moderna, hemos optado por crear núcleos urbanos alejados del centro funcional de las ciudades, lo cual ha impactado el estilo de vida moderno y nuestra salud como sociedad. La generación millennial, a menudo criticada, ya no son jóvenes y no son los únicos en el mercado inmobiliario; los millennials se acercan a los 50 años y los zetas a los 30, convirtiéndose en los compradores actuales. Es crucial recordar que “al mercado no se le juzga, se le satisface”, y la reutilización adaptativa es una excelente manera de satisfacer este mercado.

Sin embargo, la reutilización adaptativa no es simplemente rediseñar un edificio. Si se ve de esa forma, puede resultar en un proyecto mucho menos rentable que construir en un terreno nuevo. La reutilización adaptativa está directamente relacionada con el estado cultural, social y las necesidades del mercado, lo que implica no solo rediseñar el edificio, sino también el modelo de negocio, de venta y de absorción. Un enfoque tradicional en este tipo de proyectos fracasará.

La reutilización adaptativa siempre ha requerido la readaptación de modelos de negocio. Por ejemplo, en la Ciudad de México, colonias como La Roma y La Condesa, antes de convertirse en modelos de gentrificación, pasaron por una época de vecindades y patios comunitarios en los años 70 y 80.

Ejemplos adicionales incluyen las Marina City Towers de Chicago, que han evolucionado desde su visión original en los años 70, pasando por los cambios de los años 90, hasta la vida post-pandemia con un estado híbrido de trabajo. En Asia, Jingrui Holdings ha tenido éxito al convertir hoteles en unidades de vivienda, y el florecimiento del downtown de Manhattan con unidades de lujo.

La tendencia de conversión de espacios de oficina a vivienda híbrida se ha replicado en Shanghái, Seúl y Sídney. Robert Anderson, director de Living Asia Pacific Capital Markets JLL, declaró que en la mayoría de las ciudades “gateway” de Asia Pacífico, la tierra para nuevos desarrollos de vivienda es escasa, por lo que la conversión puede ser una vía viable.

Las ciudades latinoamericanas con alta población, al igual que las ciudades asiáticas, tienen en la reconversión una gran oportunidad para satisfacer la demanda de vivienda. Ciudades como Shanghái, Seúl y Hong Kong han logrado éxito al entender que la reconversión no es solo un proceso arquitectónico y de construcción, sino una reevaluación del mercado para satisfacer sus necesidades mediante la reconversión del modelo de negocio, financiero, de absorción y de venta.